Tratamiento médico del vértigo
Dario Yacovino
TABLA DE
CONTENIDOS
- INTRODUCCION
- FARMACOLOGIA
- TRATAMIENTO DE LAS ENFERMEDADES ESPECÍFICAS
A. Tratamiento farmacológico del vértigo posicional
paroxístico benigno
B. Tratamiento farmacológico de la migraña asociada
a vértigo
C. Tratamiento farmacológico de la enfermedad de
Ménière
D. Tratamiento farmacológico de la neuritis
vestibular
E. Tratamiento farmacológico de la paresia
vestibular bilateral
F. Tratamiento farmacológico del vértigo central
G. Tratamiento farmacológico del vértigo
psicogénico
H. Tratamiento del vértigo de causa indeterminada
o mal definida
- CONCLUSION
- REFERENCIAS
INTRODUCCION:
El vértigo
se define como la ilusión de movimiento rotacional. La mayoría de las causas de
vértigo son otológicas y provocadas por la disfunción de los sensores de
velocidad rotacional a nivel del sistema vestibular periférico y más raramente
a nivel central.
El aparato
vestibular del oído interno (conductos semicirculares y órgano otolítico)
detecta la posición y el movimiento de la cabeza en el espacio. Cuando la
información sensorial llega a los núcleos vestibulares del tronco se combina
con otras modalidades sensoriales para obtener una estimación del movimiento
cefálico. Otros estímulos no vestibulares del movimiento cráneo-cervical
incluyen estímulos visuales (optokinéticos), aferencias propioceptivas de la
región cervical y proyecciones cerebelosas de las células de Purkinje (copia
motora).
La señal
somatosensorial proveniente de los receptores músculo-tendinosos y de las
articulaciones de los miembros inferiores y el tronco, se integra con la
vestibular y la visual a nivel de los núcleos vestibulares y el tálamo, y se
proyecta a las aéreas multimodales de la corteza parietal, encargada de generar
un “mapa” espacial y dinámico de nuestro cuerpo. Es así que si bien en teoría,
las posibles fuentes de vértigo incluyen todas las combinaciones posibles de
alteraciones sensoriales relacionadas con el movimiento, sólo las disfunciones
vestibulares son generadoras de vértigo real ya que este es el único sistema
que codifica velocidad rotacional. En este artículo revisaremos los aspectos
farmacológicos del manejo las alteraciones vestibulares.
Las opciones
terapéuticas de los trastornos vestibulares se pueden resumir en las
siguientes:
- Tratamientos farmacológicos
- Maniobras físicas de reposición y liberación de partículas para el vértigo posicional benigno (maniobras de Epley y Semont).
- Rehabilitación física vestibular general (Ejercicios de Cawthorne y Cooksey)
- Tratamientos quirúrgicos.
El
tratamiento de la patología vestibular ha sufrido múltiples modificaciones en
los últimos años, no tanto por el descubrimiento de nuevas medicaciones
específicas, sino por la utilización de medicaciones que originalmente tenían
otra indicación; posteriormente, se descubrió su utilidad en la patología
vestibular. La utilización de la medicación para el tratamiento de las
alteraciones vestibulares puede ser dirigido a tratar la etiología, controlar
los síntomas, a acelerar la compensación central o disminuir la co-morbilidad
psiquiátrica que frecuentemente acompaña al síndrome.
FARMACOLOGIA:
Neurotransmisor
|
Función
periférica
|
Function
central
|
Glutamato (AMPA/kainato)
|
Excitatorio
|
Excitatorio
|
Acetilcolina
|
Excitatorio en sinapsis eferentes
|
Excitatorio
|
GABA
|
Desconocido
|
Inhibitorio
|
Glicina
|
Inhibitorio
|
|
Dopamina
|
Excitatorio
|
|
Norepinefrina
|
Modulator
|
|
5-hydroxytriptamina subtipos 1 y 2
|
Excitatorio
|
|
Histamine
|
Desconocido
|
|
Encefalina, motilina, somatostatina
|
Desconocido
|
Tabla 1: Neurotransmisores del sistema Vestibular
(Yacovino , 2004).
Existen al menos
cuatro neurotransmisores involucrados en el arco reflejo vestíbulo-ocular,
entre las células ciliadas vestibulares y los núcleos óculomotores (Tabla 1).
El Glutamato es el más importante neurotransmisor excitatorio (Serafin, Khateb et al.
1992), y ejerce aquí una función similar que en otras partes del
cerebro. La Acetilcolina (ACO) es un agonista colinérgico que actúa a
nivel del sistema nervioso central y periférico, ejerciendo su acción sobre los
receptores muscarínicos. Sin embargo, la ACO solamente estaría involucrada en
las sinapsis eferentes desde el tronco hacia las células ciliadas, cuya
importancia funcional es incierta. De los 5 subtipos de receptores para la ACO
conocidos, el subtipo M2 fue encontrado en la protuberancia y el
bulbo, relacionados con la funcionalidad vestibular (Barton, Huaman et al.
1994).
El Ácido Gama-aminobutírico
(GABA) y la glicina son neurotransmisores inhibitorios encontrados
en las conexiones entre las neuronas vestibulares de segundo orden y las
neuronas oculomotoras (Smith and Darlington 1994).
La estimulación de los dos tipos de receptores (GABAA y GABAB),
tiene un efecto funcional similar en las vías vestibulares (Van Neerven,
Pompeiano et al. 1989), paralelamente un agonista específico
sobre el receptor GABA B como el Baclofen, disminuye la duración de
las respuestas vestibulares en modelos animales(Cohen, Helwig et al. 1987)
. Existe poco conocimiento acerca de la acción de la glicina en las respuestas
vestibulares.
Se han identificado
otros neurotransmisores importantes para el manejo farmacológico del vértigo,
pero sus mecanismos de acción son pocos conocidos. La histamina se ubica
difusamente en las estructuras vestibulares centrales. Mediante una acción
central, los fármacos antihistamínicos controlan los síntomas asociados a la
hipersensibilidad al movimiento (motion sickness) (Takeda, Morita et al.
1989) . Tanto los receptores histaminérgicos del subtipo H1
como los del H2 afectan a las respuestas vestibulares (Serafin, Khateb et al.
1992) . El subtipo H3 es un autorreceptor que inhibe al
H1. La noradrenalina, en el sistema nervioso central, participa en la
modulación de la intensidad de las respuestas frente a una estimulación
vestibular (Wood 1979) y facilita la compensación. La dopamina también facilita
la compensación. Por otra parte, algunos agentes selectivos que actúan sobre
ciertos subtipos de receptores de serotonina se emplean para el tratamiento
farmacológico de las náuseas.
Tabla 2: Supresores vestibulares utilizados para el tratamiento del vértigo
(Yacovino, 2004). Dosis para adultos.
Droga
|
Dosis
|
Grupo farmacológico
|
Efectos adversos
|
Meclizina
|
12.5-50 mg cada 4-6hrs
|
Antihistamínico,
Anticolinérgico
|
Sedación, precaución en
hipertrofia prostática
|
Clonazepam
|
0.5 mg cada 12 hrs
|
Benzodiazepínico
|
Sedación leve, dependencia
|
Escopolamina
|
0.5 mg (parche) cada 3dias
|
Anticolinérgico
|
Alergia local, precaución en:
glaucoma, taqui-arritmia, hipertrofia prostática.
|
Dimenhidrinato
|
50 mg cada 4-6hrs
|
Antihistamínico anticolinérgico
|
Igual a la Meclizina
|
Diphenhidramina
|
25-50 mg (1 dosis) agudamente
oral, IM o IV
|
Antihistamínico anticolinérgico
|
Igual a la Meclizina con más efecto sedativo.
|
Diazepam
|
2-10 mg (1 dosis) oral, IM o IV
2 mg cada 12 hrs.
|
Benzodiazepínico
|
Sedación, depresión
respiratoria, dependencia, precaución en pacientes con glaucoma
|
Lorazepam
|
0.5 mg cada 12 hrs.
|
Benzodiazepínico
|
Levemente sedativo,
dependencia
|
Los supresores vestibulares (sedantes laberínticos) y los antieméticos son los pilares del tratamiento del vértigo. Los supresores vestibulares son fármacos que no sólo reducen el nistagmo producido por el desequilibrio vestibular, sino que también reducen la hipersensibilidad al movimiento. Dentro de los supresores vestibulares, clásicamente se incluyen tres grupos principales de fármacos: los anticolinérgicos, los antihistamínicos, y las benzodiacepinas (Tabla 2). Un grupo aparte lo representan los bloqueadores de los canales de calcio, que tienen, además, otras propiedades que se discutirán más adelante.
Anticolinérgicos:
Los medicamentos que
inhiben los receptores muscarínicos, como la escopolamina, aumentan la
tolerancia al movimiento. Los agentes con acción anticolinérgica central son
los más importantes en el tratamiento del vértigo, mientras que los
anticolinérgicos que no cruzan la barrera hematoencefálica resultan ser
inefectivos en el control de la hipersensibilidad al movimiento (motion
sickness) (Takeda, Morita et al.
1989). Los anticolinérgicos de acción central también afectan a la
compensación, produciendo una ‘sobrecompensación’ reversible cuando se
administran después de que se haya compensado el desequilibrio vestibular (Zee,
1988).
Todos los
anticolinérgicos convencionales usados en el tratamiento del vértigo tienen
efectos adversos significativos; habitualmente, incluyen sequedad de boca,
dilatación pupilar y sedación. La escopolamina y la atropina son antagonistas
muscarínicos no específicos (Barton, Huaman et al.
1994). El desarrollo de agentes anticolinérgicos selectivos para los
subtipos de receptores involucrados en la vía vestibular permitirá obtener una
adecuada supresión vestibular con menos efectos adversos.
La preparación de
escopolamina transdérmica merece un comentario especial. Este sistema permite
evitar el paso digestivo del fármaco y la hace efectiva en situaciones donde la
absorción gástrica puede ser errática, p. ej., en pacientes con náuseas o
vómitos. El principal problema es la irritación local de la piel que genera, lo
que, sumado a los otros efectos colaterales anticolinérgicos, limita su empleo.
Ocasionalmente, algunos pacientes pueden desarrollar dependencia y abstinencia
cuando los parches se aplican de forma discontinua.
Antihistamínicos:
Aunque la función
exacta de la histamina en el proceso vestibular central es incierto, el efecto
central de los antihistamínicos puede prevenir la sensibilidad al movimiento y
reducir la gravedad de los síntomas, incluso si se administran después de que
éstos comiencen (Takeda, Morita et al.
1989). Todos los antihistamínicos habitualmente usados para el
control del vértigo también tienen actividad anticolinérgica. Los nuevos
antihistamínicos, que no cruzan la barrera hematoencefálica, no se utilizan
para el tratamiento del vértigo.
Benzodiacepinas:
Este grupo de
medicamentos incluye moduladores del GABA. Cuanto actúan centralmente logran
suprimir las respuestas vestibulares. En bajas dosis, las benzodiacepinas son
sumamente útiles para el manejo del vértigo. Dentro de los efectos indeseables
del uso de estos fármacos se encuentran: la adicción, el deterioro cognitivo,
el incremento del riesgo de caídas y el deterioro de la compensación vestibular
central.
El lorazepam es un
agente particularmente útil, por su eficacia y su cinética simple. Este fármaco
no tiene metabolitos activos. La adicción (dependencia) es el problema más
importante. Para evitarlo, se sugiere mantener dosis de 0,5 mg dos veces al día
o menores. Otros datos que se han de tener en cuenta son que este medicamento
aumenta el riesgo de accidentes de tránsito (1,5 veces) y de fractura de cadera
(1,8 veces) (Ray, Griffin et al. 1987). Se puede administrar en forma
sublingual (1 mg) para el manejo del ataque agudo de vértigo. Igualmente, en
dosis bajas (2 mg dos veces al día), el diazepam puede ser efectivo.
Existe relativamente
poca información disponible acerca de la eficacia y el poder adictivo del
clonazepam, pero éste parece ser tan efectivo como supresor vestibular como el
lorazepam. Se indica, habitualmente, en dosis de 0,5 mg, dos veces al día.
Los autores prefieren
evitar el uso de alprazolam, como supresor vestibular, debido a su potencia
para producir síndrome de abstinencia. Las benzodiacepinas de vida media larga,
habitualmente no son útiles para controlar el vértigo.
Bloqueantes de los canales de Calcio:
Pueden ser útiles
para el tratamiento del vértigo. Dos representantes de este grupo son la
flunaricina y la cinaricina, que son agentes antivertiginosos muy populares
fuera de los Estados Unidos (Lee, Watson et al. 1986;
Verspeelt, De Locht
et al. 1996) . Recientemente, se ha publicado que la nimodipina
podría ser efectiva en la enfermedad de Ménière (Lassen, Hirsch et al.
1996) y en otros vértigos periféricos (Pianese, Hidalgo et
al. 2002). Hay varias razones por las que los bloqueadores de los
canales de calcio podrían ser útiles en el tratamiento del vértigo. Podrían ser
supresores vestibulares, dado que las células ciliadas vestibulares poseen gran
cantidad de estos canales (Lee, Watson et al. 1986;
Aoki, Ito et al. 1998).
Podrían ser útiles en el vértigo central, y recientemente se ha informado de un
efecto protector en cultivos celulares de la neurotoxicidad inducida por
glutamato, aunque no está claro si este efecto tiene relevancia clínica (Pizzi, Ribola et al.
1991) . La flunarizina es un derivado de la difenildiperacina, un
antagonista de los canales de calcio que también presenta una moderada
actividad antagónica sobre los receptores dopaminérgicos (Ambrosio, Stefanini
et al. 1991). Dicha acción antagónica es responsable de algunos de los efectos
extrapiramidales que posee este grupo. El bloqueo de los canales de Ca2+
inducido por la flunaricina es consistente con una acción depresora que ejerce
sobre las descargas neuronales repetitivas (Bingmann, Speckmann et al 1988), y
puede actuar de la misma manera en los núcleos vestibulares, modulando su
funcionamiento patológicamente asimétrico. En la práctica algunos bloqueantes
de los canales de Ca2+, como el verapamilo tienen una significativa
tendencia a producir constipación, la cual puede resultar útil para el manejo
de la diarrea provocada por los síndromes vestibulares. Frecuentemente, los bloqueadores de los
canales de calcio tienen actividad anticolinérgica y antihistamínica (Rascol, Clanet et al.
1989). Finalmente, estos
fármacos pueden ser efectivos en el denominado Ménière vestibular. Muchos
pacientes con este diagnóstico tienen alta prevalencia de migraña (Rassekh and Harker
1992), y en este campo los bloqueadores de calcio han demostrado ser
muy efectivos al sumar un beneficio antivertiginoso añadido. Durante el uso del
verapamilo se debe tenr en cuenta la interaccion entre las “estatinas” y
el verapamilo. El
verapamilo puede aumentar la concentración de algunas estatinas (Kantola, Kivisto et al. 1998), y la lovastatina aumenta la concentración de verapamilo (Choi, Chung et al. 2010).
Tabla 3: Medicación habitualmente utilizada para el tratamiento de los vómitos
asociados a vértigo (Yacovino, 2004). Dosis para adultos.
Droga
|
Dosis Habituales en
adultos
|
Grupo farmacológico
|
Efectos Adversos
|
Granisetrón
|
1 mg PO
1 mg IV
|
5HT3 antagonista
|
cefalea
|
Meclizina
|
12.5 o 25 mg
cada 4-6hrs. PO
|
Antihistamínico,
anticolinérgico
|
Sedación, precaución en glaucoma e hipertrofia prostática
|
Metoclopramida
|
10 mg PO cada 8 hrs. o 10 mg IM
|
Antagonista dopaminérgico
Prokinetico digestivo
|
agitación o somnolencia,
reacciones extrapiramidales
|
Ondansetrón
|
4
mg PO, SL
4 mg IV
|
5HT3
antagonista
|
Cefalea, diarrea, fiebre
|
Proclorperazina
|
5 mg o 10 mg IM o PO cada
6-8h
|
Fenotiazina
|
Sedación
Reacciones
extrapiramidales
|
Prometazina
|
25 mg PO cada 6-8h o 25 mg
rectal cada 12h o 12.5 mg IM cada 6-8h
|
Fenotiazina
|
Sedación
Reacciones
extrapiramidales
|
Tietilperazine
|
10 mg PO hasta 3 veces al día,
o 2 ml IM
|
Fenotiazina
|
Sedación
Reacciones
extrapiramidales
|
Trimetobenzamida
|
250 mg PO hasta 3 veces al
día o 200 mg IM o 200 mg rectal
|
Similar a las Fenotiazinas
|
Sedación
Reacciones
extrapiramidales
|
Antieméticos:
La tabla III muestra
los medicamentos comúnmente utilizados para el control de las náuseas en los
pacientes vertiginosos. La elección del agente dependerá de la vía de
administración y del perfil de efectos colaterales. La vía oral se usa para el
control de los síntomas leves, mientras que los supositorios y la vía
sublingual se utilizan frecuentemente en pacientes ambulatorios que presentan
atonía gástrica o vómitos. Por otra parte, la vía parenteral se reserva para
ser utilizada en la sala de emergencias, en pacientes internados o muy
sintomáticos.
Algunos
antihistamínicos corrientemente usados como sedantes vestibulares tienen
propiedades antieméticas (p. ej., la meclicina). Cuando se elige la vía oral,
generalmente la primera elección es la meclizina o el dimenhidrinato, debido a
que presentan pocos efectos colaterales, el más frecuente de ellos, la
somnolencia. La meclizina no se encuentra disponible comercialmente en
algunos países. La
combinación de otro antihistamínico, la Doxilamina y piridoxina es
usada para la emesis del embarazo.
Las fenotiacinas,
como la proclorperazina y la prometazina, son efectivos antieméticos,
probablemente debido a su propiedad de bloquear el sistema dopaminérgico. Por
otro lado, las fenotiacinas actúan también en otros sitios; por ejemplo, la
prometazina es también bloqueador H1. Debido a que los fármacos de este grupo
pueden causar efectos colaterales significativos, como distonías, deberían ser
considerados medicamentos de segunda línea y ser usados con precaución y
durante períodos cortos.
Ciertos medicamentos
que promueven el vaciamiento gástrico, como la metroclopramida, pueden ser
útiles en el tratamiento de la emesis
(Grontved , Brask et al. 1988). La metroclopramida es un antagonista
dopaminérgico y un potente antiemético central, aunque no es efectivo en la
sensibilidad al movimiento (Kohl 1987). La dromperidona es un antagonista del
receptor dopaminérgico D2 periférico que posee una actividad antiemética
debido, por un lado, a su acción procinética gástrica, y por otro, a su acción
central sobre la zona quimiorreceptora gatillo. Tiene una eficacia similar a la
metroclopramida, pero con un mejor perfil de seguridad (Barone 1999)
. No se encuentra disponible en Estados Unidos
Por su parte, la
sulpirida, que pertenece al grupo de las anisamidas, es un potente bloqueador
de los receptores dopaminérgicos en la zona quimiorreceptora gatillo y presenta
una acción procinética; resulta útil en el tratamiento del vértigo agudo
acompañado de síntomas autonómicos; sin embargo, su tendencia a producir
efectos colaterales extrapiramidales ha limitado su uso en neurotología
(Perez, Fernandez et al. 1992)
Los antagonistas
5-HT3, como el ondansetrón, a veces son efectivos en los trastornos
vestibulares, aunque no sean útiles para la prevención de la sensibilidad al
movimiento (Stott, Barnes et al.
1989) . Los altos costos de éste y otros agentes relacionados
limitan su utilidad en el tratamiento del vértigo.
Corticoides:
Los glucocoticoides
pueden ejercer su acción en la patología vestibular por medio de dos
mecanismos:
– 1) Por su acción
antinflamatoria e inmunosupresora. Si bien los corticoides han sido usados
ampliamente en el tratamiento de las alteraciones vestibulares, no existe
suficiente evidencia para su utilización de forma indiscriminada.
Específicamente, han mostrado ser útiles en la enfermedad autoinmune del oído
interno (Mc Cabe 1979, Barna, Hughes 1997) y en la enfermedad de Ménière
(vía transtimpánica), aunque existen en este punto desacuerdos. No existe suficiente
evidencia para su utilización rutinaria en la neuritis vestibular.
– 2) Como fármaco activo
sobre el sistema vestibular no mediado por el mecanismo anterior. En los
animales con lesión vestibular unilateral se ha demostrado un incremento del
patrón de descargas espontáneas en el núcleo vestibular ipsilateral cuatro
horas después de la lesión. Este patrón de aumento de las descargas espontáneas
se inhibió en animales anestesiados. Sin embargo, si los animales recibían
dexametasona durante la anestesia, se observaba nuevamente un incremento de la
actividad intrínseca (Cameron, Dutia 1997). . Se concluyó que los
corticoides actuarían sobre receptores específicos en los circuitos de
activación del estrés induciendo plasticidad en las neuronas del núcleo
vestibular medial. El estrés conduce a una aceleración de la recuperación de
los síntomas estáticos (Cameron, Dutia 1997) . Probablemente, en el
futuro los glucocorticoides podrán incorporarse al grupo de fármacos que
modifican la compensación.
Agentes que afectan la compensación.
El empleo de la
manipulación de la compensación aún no se suele tomar en consideración en la
práctica clínica, aunque parece razonable hacerlo, dado que puede mejorar el
pronóstico del paciente. Si éste tiene una lesión vestibular permanente, como
puede ser un neurinoma del acústico o una secuela de una neuritis vestibular,
podría ser útil acelerar la compensación central. Por otro lado, uno podría
intentar retardar la compensación en personas con lesiones vestibulares transitorias,
como habitualmente se produce en la enfermedad de Ménière.
Se ha informado de
muchos fármacos utilizados para el tratamiento del vértigo que afectan a la
tasa de compensación vestibular en modelos animales (Smith and Darlington 1994).
Los que aceleran la compensación son, principalmente, los estimulantes, y los
que la retrasan, los sedantes. La mayoría de los supresores vestibulares
retardan la compensación. La dopamina acelera la compensación y sus
antagonistas la enlentecen (Petrosini and
Dell'Anna 1993). Por otro lado, los agonistas adrenérgicos, como la
efedrina o las anfetaminas, se utilizan ocasionalmente en combinación con
medicamentos supresores vestibulares. Si bien la función de estos agentes es
antagonizar el efecto sedante de los supresores vestibulares, pueden también
ayudar a promover la compensación vestibular central. Las anfetaminas han
mostrado acelerar la recuperación de la función motora en los problemas
cerebrovasculares (Crisostomo, Duncan
et al. 1988). Los bloqueadores de los canales de calcio, como el
verapamilo, también pueden aumentar la compensación (Smith and Darlington 1994).
Otros agentes antihipertensivos que actúan por medio de un bloqueo o depleción
sobre el sistema adrenérgico pueden enlentecer la velocidad de compensación. Se
ha sugerido que la betahistina podría incrementar la compensación central (ver
más adelante).
Agentes de eficacia o
mecanismo incierto:
Se ha sugerido que
muchas sustancias, procedimientos y dispositivos podrían ser efectivos para el
tratamiento del vértigo, incluso sin pruebas concluyentes de su verdadera
eficacia. La tendencia a atribuir propiedades curativas a un variado número de
medicaciones y procedimientos ha sido particularmente evidente en el
tratamiento de la enfermedad de Ménière (Torok 1977; Ruckenstein, Rutka
et al. 1991). Un miembro particular de este grupo es la
betahistina. Los antihistamínicos usados para el tratamiento del vértigo suelen
ser antagonistas del receptor H1 en el sistema nervioso central. La
betahistina, por su parte, es agonista del receptor H1 y antagonista del
autorreceptor H3 (Fischer 1991)
. Se ha sugerido que la betahistina desacopla el circuito de retroalimentación
negativa que controla la liberación de histamina, lo que resulta en una
facilitación central de la neurotrasmisión histaminérgica en el cerebro (Kingma, Bonink et al.
1997). En dosis terapéuticas, la administración de betahistina se
asocia con una reducción en la ganancia del reflejo vestíbulo-ocular (Kingma, Bonink et al.
1997; Botta, Mira et al. 1998),
Además, la betahistina incrementa el flujo plasmático en el oído interno (Dziadziola,
Laurikainen et al. 1999) . Recientemente, se han revisado los
mecanismos de acción de la betahistina en la fisiopatología vestibular (Lacour
and Sterkers, 2001) y a las consideraciones farmacológicas anteriores se agrega
que en el ámbito tuberomamilar la betahistina aumenta la síntesis de histamina
y en los núcleos vestibulares promueve su liberación. Estas acciones promueven
y facilitan la compensación vestibular central. En Estados Unidos, la FDA no
reconoció la betahistina como un medicamento efectivo. Sin embargo, en algunos
países europeos la betahistina se encuentra en uso y disponible desde hace
varios años.
El Ginkgo biloba se
ha recomendado para una variedad de enfermedades (enfermedad de Alzheimer,
disfunciones sexuales, depresión, cefalea, vértigo y acúfenos). Se ha postulado
que reduciría la viscosidad de la sangre y tendría una acción antioxidante. Un
estudio sugiere que posee la misma eficacia para el vértigo que la betahistina (Cesarani, Meloni et
al. 1998). Al igual que el G. biloba, el ‘vertigoheel’, una
medicación homeopática, se ha comparado con la betahistina y se ha encontrado
una equivalencia terapéutica (Weiser, Strosser et al. 1998).
Se ha indicado que el
piracetam, un fármaco nootrópico, derivado cíclico del GABA, podría presentar
cierto beneficio terapéutico en el vértigo asociado a insuficiencia vertebrobasilar
y en el vértigo central (Oosterveld 1999). También se ha combinado con otras
sustancias, como la dihidroergocristina (Ordosgoitia, Castro et al 1989,
Pons 1999), para la misma indicación. Sin embargo, los ensayos farmacológicos
se realizaron en grupos heterogéneos y con pocos pacientes. El piracetam
presenta un bajo perfil de efectos colaterales y no se encuentra disponible en
Estados Unidos.
El baclofeno y la
amantadina son agentes de acción central usados generalmente en condiciones no
relacionadas con el vértigo. El baclofeno se utiliza habitualmente en pacientes
con diagnóstico de compresión microvascular del VIII par craneal. La
amantadina, por su parte, se emplea para promover la compensación central y en
ciertos síndromes nistágmicos centrales (Leigh, 2003). No existen aún estudios
formales acerca de su eficacia real.
TRATAMIENTO DE LAS
ENFERMEDADES ESPECÍFICAS
A. Tratamiento farmacológico del vértigo posicional paroxístico benigno (VPPB)
El VPPB es el tipo de
vértigo más común y representa aproximadamente 20% de todos los casos de
vértigo. Para diagnosticar esta afección, se tienen en cuenta tanto los
antecedentes de vértigo posicional como el patrón de nistagmo típico que surge
de las pruebas posicionales. En la actualidad, se cree que el VPPB está causado
por la presencia de residuos otoconiales libres, u “otolitos”, dentro de los
canales semicirculares, que migran desde los órganos otolíticos por un trauma,
una infección o por degeneración (véase la figura 1). Las partículas se
desplazan hacia la parte inferior del canal posterior con los cambios
posicionales de la cabeza y causan vértigo y nistagmo. Los síntomas pueden ser
muy intensos pero, afortunadamente, tienen corta duración, ya que los mareos
solo se producen cuando las partículas cambian de posición.
Los tratamientos
físicos (maniobras u ejercicios) que se basan en la manipulación de la cabeza
son los más eficaces para controlar el VPPB (Brandt, 1999), dichas maniobras
físicas pueden realizarse en el consultorio o en el domicilio. Los
fármacos no son tan eficaces para el control del VPPB como los tratamientos
físicos, aunque los antieméticos pueden ser útiles en los pacientes que
presentan náuseas después de las crisis de vértigo. El dimenhidrinato también
puede resultar un complemento eficaz de los ejercicios específicos para tratar
esta afección. En este caso, se toma con anterioridad al ejercicio realizado en
el domicilio en un intento por evitar la sensibilidad al movimiento y las
náuseas. El ondansetrón puede ser muy beneficioso en la prevención de la emesis
asociada con las maniobras diagnósticas o terapéuticas. En este caso, se
administran 4 a 8 mg treinta minutos antes de la maniobra. Los supresores
vestibulares que cuentan con una mínima actividad antiemética (por ejemplo,
diazepam y lorazepam no suelen reducir a niveles aceptables los síntomas
cotidianos de VPPB.
B. Tratamiento
farmacológico de la migraña asociada a vértigo
La migraña asociada a
vértigo (MAV) es la segunda causa más común de vértigo y afecta a casi 1% de la
población (Neuhauser, Radtke y otros, 2006); (Lempert y Neuhauser, 2009). Por
lo general, la crisis de vértigo dura de minutos a horas y se presenta en forma
independiente de las cefaleas (Neuhauser, Leopold y otros, 2001). Las
características representativas de la MAV son los episodios recurrentes de de
vértigo, ataxia de la marcha, fotofobia y fonofobia (o combinación
de estos), acompañadas o seguidas de dolor de cabeza, náuseas o vómitos. La
presentación más común suele ser la combinación de cefalea y vértigo, en
especial en las mujeres de alrededor de 35 años, y, en la mayoría de los casos,
estos síntomas están causados por la migraña.
Figura 2: Tratamiento médico de la migraña asociada a
vértigo
El tratamiento de la
MAV es el mismo que el de la cefalea migrañosa: dieta, y suplementos, ejercicio
físico, medicación abortiva, sintomática y profiláctica. La “dieta de la
migraña”, los suplementos dietarios y la eliminación de los gatillos son
siempre el primer paso. En relación a la dieta, sugerimos evitar el exceso de
cafeína (más de 2 tazas de café por día), el glutamato monosódico, el
chocolate, el vino tinto y el queso añejado (Reploeg y Goebel, 2002). Con
respecto a los suplementos, suelen ser eficaces los de magnesio (500 mg por
día). A pesar de la bibliografía que demuestra lo contrario, no estamos
convencidos de que la coenzima Q o las dosis altas de suplementos de
riboflavina sean eficaces para el tratamiento de la migraña o la MAV y, además,
no hemos observado ningún efecto constante de los tratamientos alternativos,
como los elaborados a base de hierbas como la petasita.
En lo concerniente al
uso de medicación abortiva de la migraña para el tratamiento del vértigo
ocasionado por MAV, casi no hay referencias en la bibliografía. Algunas veces
observamos pacientes que lograron aliviar el vértigo con antiinflamatorios no
esteroides, incluso cuando la cefalea no era manifiesta. De acuerdo con nuestra
experiencia clínica, los triptanes no son útiles para el tratamiento del
vértigo, pero pueden ayudar a evitar los síntomas de sobrecarga sensorial
ocasionados por la migraña, como la fotofobia, la sensibilidad al movimiento y
las náuseas.
El método de
tratamiento de la MAV más importante es la medicación profiláctica ya que, de
esta manera, es posible evitar por completo las crisis de vértigo peligrosas
que podrían, por ejemplo, ocurrir mientras se conduce. La eficacia de los
medicamentos profilácticos para el tratamiento del vértigo asociado a la migraña
se relaciona directamente con su eficacia para el tratamiento de la cefalea
migrañosa (Bikhazi, Jackson y otros, 1997).
En la
tabla 4 se muestran las drogas más comúnmente utilizadas para el tratamiento
preventivo del vértigo relacionado a migraña:
Droga
|
Dosis/día
(en mg)
|
Efectos
indeseables
|
Tiempo
de tratamiento
|
Beneficios
potenciales
|
Flunarizina
|
5-10
|
Sedación,
aumento de peso, melancolía, parkinsonismo.
|
2-3
meses
|
Acción
antivertiginosa, anticinetosica, inductor de sueño.
|
Topiramato
|
12,5-100
|
Parestesias
distales, alteraciones cognitivas leves, sedación
|
2-6
meses
|
Estabilizante
del ánimo, efecto anorexigeno y anidrasa carbónica.
|
Amitriptilina
|
12,5-75
|
Visión
borrosa, sedación, constipación, aumento de peso, elevación de la TA, bloqueo
cardiaco
|
2-6
meses
|
Efecto
anticinetosico, antidepresivo, analgésico.
|
Propranolol
|
20-240
|
Fatiga,
impotencia, hipotensión, depresión, broncoespasmo
|
2-6
meses
|
Reducción
de la TA, cardioprotección.
|
Metoprolol
|
50-250
|
Fatiga,
impotencia, hipotensión, depresión, broncoespasmo
|
4-6
meses
|
Reducción
de la TA, cardioprotección.
|
Venlafaxina
|
37,5-75
|
Elevación
de la TA, insomnio, ansiedad.
|
3-6
meses
|
Acción
antidepresiva
Disminución
del peso
|
Acetazolamida
|
250-750
|
Parestesias,
nauseas, sedación, hipokalemia
|
3-6
meses
|
Acción
frente a la enf de Meniere, útil en canalopatías (ataxia episódica)
|
En la tabla 4 se
observan detalles relacionados con los fármacos que se utilizan con más
frecuencia para el tratamiento preventivo de la MAV. En estas categorías se
incluyen antidepresivos, anticonvulsivantes y antihipertesivos. Con respecto a
los antidepresivos, los fármacos más eficaces son la venlafaxina y los
tricíclicos. La venlafaxina puede resultar satisfactoria en una dosis de liberación
prolongada muy baja de aproximadamente 37,5 mg y, por esta razón, suele ser la
mejor opción en esta categoría. Si se toleran los efectos secundarios
habituales de aumento de peso y somnolencia, se prefiere la amitriptilina por
su actividad anticolinérgica y antihistamínica. Sin embargo, la franja
demográfica que incluye a las mujeres en edad fértil y perimenopáusicas está
poco dispuesta a aceptar el aumento de peso habitual de 11 kilos asociado al
uso prolongado de medicamentos tricíclicos.
La eficacia de los
anticonvulsivantes es similar a la de los antidepresivos, pero su perfil de
efectos secundarios puede ser un limitante. Tanto el topiramato como el
valproato de sodio son teratógenos reconocidos (Vajda, Graham y otros, 2012).
El topiramato también tiene impacto en la esfera cognitiva, y ciertas
profesiones que requieren alta demanda cognitiva, como un médico, un abogado o
un maestro, pueden no tolerarlos. Situación que debe ser alertada durante su
prescripción.
Entre los
medicamentos que también reducen la tensión
arterial se incluyen los bloqueadores de los canales de calcio tipo L y los
betabloqueantes. Por supuesto que estos solo son útiles en los pacientes cuya
tensión arterial es lo suficientemente alta como para tolerarlos. Puede
resultar eficaz la administración de flunarizina de 10 mg día, o un
preparado de liberación sostenida de verapamilo de 120 a 240 mg (Solomon, Steel
y otros, 1983). Si el paciente no tolera el verapamilo (el problema más
frecuente es el estreñimiento), los betabloqueantes representan una
alternativa.
Aunque su
administración no está autorizada en los Estados Unidos, otro bloqueador de los
canales de calcio, flunarizina, se utiliza con frecuencia en otros países para
la profilaxis de la migraña. Además de ser un bloqueador de los canales de
calcio, es un bloqueador de la dopamina y un antagonista de los receptores H1.
La flunarizina tiene una vida media muy larga (18 días) y sus características
farmacológicas son similares a las de los antipsicóticos (Bisol y otros, 2008).
Un fármaco cuya acción antipsicótica es evidente, la quetiapina, también
presenta pruebas de eficacia razonables de su acción en la profilaxis de la
migraña (Krymchantowski, Jevoux y otros, 2010).
C.Tratamiento farmacológico de la enfermedad de Ménière
La enfermedad de
Ménière es la segunda causa más común de vértigo de origen otológico. En
comparación con otros trastornos que provocan mareos, es probable que su alta
prevalencia se deba a la tendencia de la enfermedad de Ménière a causar ataques
de vértigo distribuidos a lo largo de las décadas. Los síntomas patognómicos
son fluctuaciones en la audición, acúfenos semejantes a rugidos, sensación de
plenitud monoaural y acúfenos (Equilibrium, 1995). La enfermedad de Ménière se
atribuye a la dilatación y la ruptura periódica del compartimento endolinfático
del oído interno.
C.1 Tratamiento agudo de la enfermedad de
Ménière
En el tratamiento del
vértigo episódico que es frecuente en el síndrome de Ménière, se utilizan
supresores vestibulares con o sin un antiemético (tabla III) con el objetivo de
tratar el ataque agudo. Estos fármacos no corrigen el desequilibrio vestibular
que causa los síntomas, pero eliminan las manifestaciones clínicas de dicho
desequilibrio (vértigo y náuseas). Los fármacos dimenhidrinato, meclizina,
lorazepam y ondansetrón son los más indicados para tratar los ataques moderados
(véanse las dosis en las tablas II y III). Una prescripción “de emergencia” muy
favorable es la administración de un comprimido de lorazepam (0,5 mg) y uno de
ondansetrón (8 mg) por vía sublingual en caso de un ataque grave. La
administración de prometazina o proclorperazina intramuscular y de diazepam o
difenhidramina por vía intravenosa se realiza en las salas de emergencias o en
los pacientes internados para tratar los ataques graves. Por otro lado, las
náuseas se controlan en el domicilio con preparados sublinguales o
supositorios. Sin embargo, no suelen necesitarse ya que la mayoría de los
pacientes advierte un cambio en la audición o una sensación de plenitud aural
premonitoria y puede tomar dimenhidrinato o un preparado similar antes de que
se manifieste plenamente el ataque. La inmovilización y el reposo en cama deben
ser indicados para evitar las caídas relacionadas al vértigo y a la ataxia
farmacológica.
C.2 Tratamiento profiláctico de la enfermedad
de Ménière
No existe
consenso sobre la profilaxis del síndrome de Ménière (Brandt y Daroff, 1980;
Brandt, Steddin y otros, 1994) y se considera aceptable el mero control de los
síntomas. Sin importar qué tratamiento profiláctico se administre, la remisión
suele darse en 60 a 80% de los casos (Torok, 1977; Ruckenstein, Rutka y otros,
1991). A fin de contar con el tratamiento adecuado, debido a la gran
variabilidad en el desarrollo de la enfermedad de Ménière, se necesitarían
muchas personas para llevar a cabo un estudio clínico y, en general, se
realizaron muy pocos. Aunque en general falta una gran cantidad de indicios —
como dice el dicho “la ausencia de pruebas no prueba la ausencia (de
eficacia)”.
En una revisión de la
literatura Claes and Van de Heyning (1997) encontraron que únicamente los
diuréticos y la betahistina mostraron eficacia a largo plazo en el control del
vértigo en la enfermedad de Meniere. Debido a que
la FDA no lo ha aprobado aun para su uso en la enfermedad de Ménière, y con la
idea de objetividad lo describimos bajo el titulo de fármacos de eficacia
incierta.
Dado que un
número significativo de pacientes mejoran con medicación y/o dieta, muchos médicos clínicos
realmente intentan tratar la enfermedad de Ménière. En principio, se aconseja a
los pacientes seguir una dieta restringida en sal (1 o 2 gramos de sal).
También se los alienta a evitar la cafeína y a dejar de fumar. Si esto fracasa,
se reemplaza la restricción de la sal por un diurético suave, como
hidroclorotiazida-triamtereno, ya que se cree que este tratamiento puede
reducir la frecuencia de los ataques (Smith, Sankar y otros, 2005). Debe
tenerse en cuenta que el fármaco diuréticos puede ocasionar una hiponatremia
importante, en especial en los pacientes mayores y en los que ya siguen una
dieta restringida en sal; en esta situación, sería ideal usar un esquema de
dosis de días alternos y/o controlar los electrolitos en suero.
En el caso de los pacientes
que no toleran los diuréticos mencionados, a veces resulta conveniente la
administración de diuréticos que inhiben la anhidrasa carbónica, como
acetazolamida o metazolamida. Es posible utilizar espironolactona en mujeres
con crisis perimenstruales. Los bloqueadores de los canales de calcio, como
verapamilo, también pueden ser beneficiosos, aunque se dispone de muy pocos
estudios formales sobre su eficacia (Lassen, Hirsch y otros, 1996). Suele
desalentarse el uso diario de supresores vestibulares como tratamiento
profiláctico por temor a que perjudiquen la compensación vestibular. Algunos
autores recomiendan un tratamiento corto con esteroides, en especial si se está
evaluando un procedimiento quirúrgico (Shea, 1993).
C.3 Fármacos de eficacia y mecanismo
inciertos
La tendencia
a atribuir propiedades curativas a un gran número de medicamentos y
procedimientos ha resultado particularmente evidente en el tratamiento de la
enfermedad de Ménière (Torok, 1977; Ruckenstein, Rutka y otros, 1991). Pareciera que la
mayor parte de estos medicamentos tuvieran una eficacia farmacológica menor o
que no fueran eficaces, sino placebos. Sin embargo, algunos de estos
medicamentos cuya eficacia ha sido cuestionada en algunos países, resultan muy
útiles. En nuestra práctica clínica, solemos prescribir 16 mg de betahistina
tres veces (48mg) al día durante 2 meses a los pacientes que sufren la
enfermedad de Ménière, y continuamos si el paciente lo considera favorable
(aproximadamente 2 de cada tres pacientes continúa el tratamiento). Este
esquema terapéutico está muy difundido a nivel mundial y, en realidad, según
una encuesta de otorrinolaringólogos realizada en Inglaterra, 94% de estos
profesionales prescriben betahistina a sus pacientes con enfermedad de Ménière
(Smith, Sankar y otros, 2005). Otros autores recomiendan dosis mas altas y por
mas tiempo. En el caso de los pacientes para los que se evalúa un
tratamiento quirúrgico, también prescribimos verapamilo en la misma dosis que
se administra para la profilaxis de la migraña (véase la tabla 4) y durante un
mes o más.
C.4 Tratamiento de
último recurso de la enfermedad de Ménière
El vértigo recurrente
que sufren los pacientes con enfermedad de Ménière puede causar invalidez. En
esta situación, vale la pena evaluar un tratamiento que destruya parte del oído
interno, ya que puede transformar a una persona incapaz de conducir o salir de
su casa por temor a tener ataques de vértigo en un sujeto que pueda funcionar
con normalidad en la sociedad. En los últimos años, el tratamiento de la
enfermedad de Ménière se vio revolucionado por la “gentamicina en dosis bajas”.
En 1997, Driscoll informó que una dosis única de gentamicina intratimpánica
eliminó el vértigo recurrente en 84% de sus pacientes (Driscoll, Kasperbauer y
otros, 1997). Este procedimiento posibilitó el control del vértigo cuando los
tratamientos farmacológicos fracasaron.
D. Tratamiento farmacológico de la neuritis vestibular
La neuritis
vestibular es una afección monofásica y autolimitada que aparece en forma de
vértigo, náuseas, ataxia y nistagmo. Estos síntomas surgen como consecuencia de
un desequilibrio agudo en el tono vestibular combinado con una respuesta
direccionalmente asimétrica a la rotación cefálica. Se cree que la neuritis
vestibular se produce por una infección viral de la porción vestibular del
octavo nervio craneal. Los agentes infecciosos posibles son varios tipos de
herpes.
Un aspecto
característico de esta afección es que la audición no se ve disminuida;
hipotéticamente, la infección viral afecta de manera selectiva las fibras
vestibulares del octavo nervio y evita las fibras vecinas que transportan
información coclear. Cuando la audición se ve afectada, se la denomina
“laberintitis”. Algunos síntomas similares pueden aparecer por varias
etiologías no infecciosas, como los eventos vasculares.
Los estudios
sugieren que casi todos los pacientes con neuritis vestibular mejoran debido a
una recuperación de la compensación funcional y central (Bergenius y Borg,
1983). Las molestias intensas asociadas al vértigo, las náuseas y el malestar
constantes generalmente duran 2 o 3 días. Muchos pacientes pueden retomar sus
actividades habituales después de una semana y es posible que en esta instancia
solo se haya producido una lesión vestibular transitoria e incompleta. De todos
modos, una proporción importante de pacientes puede demorar hasta dos meses en
mejorar. En estudios posteriores, se demostró que este grupo de pacientes
sufría una parálisis unilateral continua de la función vestibular.
Lamentablemente, no
es posible predecir si el paciente tendrá un desequilibrio vestibular
transitorio y se recuperará de inmediato o si padecerá una pérdida funcional
permanente asociada a un pronóstico menos satisfactorio aun. El tratamiento
implica que si la medicación supresora logra que el desequilibrio vestibular
permanente se vuelva más tolerable, es probable que el paciente no se recupere
con tanta rapidez. Ni siquiera se considera indicado el reposo en cama, ya que
los estudios en animales demostraron que la inmovilización demora la
recuperación de las lesiones vestibulares experimentales (Lacour, Roll y otros,
1976).
Por consiguiente,
la estrategia utilizada para tratar la neuritis vestibular requiere del uso de
la menor cantidad posible de fármacos y de alentar la actividad como buena
práctica. En los primeros días de la enfermedad, los pacientes suelen
restringir sus actividades ya que los movimientos rápidos de la cabeza o
acciones como sentarse o darse vuelta en la cama aumentan el vértigo. En este caso,
se utilizan con frecuencia los supresores vestibulares y los antieméticos, como
se muestra en las tablas II y III, en forma de supositorios si fuera necesario.
Al tercer día, se reduce bastante la cantidad de supresores vestibulares y el
paciente debería incrementar su actividad en la medida que lo tolere.
La mayoría de los
pacientes se recupera por completo en dos meses, a menos que tenga una paresia
significativa permanente, por lo general superior a 75%, o una disfunción
combinada central que demore su compensación. Por ejemplo, la recuperación de
los pacientes con degeneración cerebelosa alcohólica o de las personas de edad
avanzada es más lenta. Estos pacientes pueden beneficiarse del tratamiento
físico que incorpora entrenamiento de la marcha y ejercicios
visuo-vestibulares. El tratamiento quirúrgico no está indicado para la neuritis
vestibular. Los esteroides mejoran los resultados calóricos a largo plazo en la
neuritis vestibular; en cambio, de acuerdo con metanálisis de estudios de los
que se dispone en la actualidad, los esteroides no mejoran la recuperación
clínica (Goudakos, Markou y otros, 2010; Fishman, Burgess y otros, 2011). Como
los esteroides presentan un cierto riesgo y los estudios demuestran que no hay
un beneficio clínico, no podemos considerarlos aun apropiados para el
tratamiento de la neuritis vestibular.
E. Tratamiento
farmacológico de la paresia vestibular bilateral (vestibulopatía bilateral)
La paresia
vestibular bilateral se presenta con oscilopsia, ataxia y vértigo leve. Los
pacientes típicos son individuos a los que se trató en forma reciente por
alguna infección grave, por lo general endocarditis, osteomielitis o
peritonitis. Estas infecciones pueden ser tratadas durante varias semanas con
antibióticos ototóxicos, de los cuales la gentamicina es el más común. Los
síntomas de la paresia vestibular bilateral, ataxia y oscilopsia, se
manifiestan cuando el paciente se recupera de la infección e intenta caminar.
En el momento de la
evaluación, estos pacientes pueden leer el optotipo con la cabeza inmóvil, pero
pierden por lo menos cuatro líneas de agudeza cuando la cabeza gira lentamente
de un lado a otro. Tampoco pueden pararse en la posición de Romberg (pies bien
apoyados y brazos cruzados) con los ojos cerrados durante seis segundos. La
audición suele verse algo afectada. La prueba del sillón rotatorio realizada en
un laboratorio vestibular es la mejor manera de confirmar el diagnóstico.
El pronóstico a
largo plazo para estos pacientes es satisfactorio, aunque lograr un desempeño
“normal” en las evaluaciones funcionales pueda llevar años. La causa más
frecuente de pérdida bilateral vestibular es la exposición prolongada a los
antibióticos aminoglucósidos como la gentamicina. Estos fármacos destruyen las
células ciliadas vestibulares. La pérdida de las células ciliadas vestibulares
es permanente porque casi no hay mecanismo que las pueda regenerar en los
humanos. Sin embargo, la recuperación es sustancial, a menos que exista una
lesión cerebelosa superpuesta. Se cree que la recuperación se debe tanto a la
plasticidad del SNC como a la sustitución sensorial. La mayoría de los
pacientes retoma su trabajo dentro de los primeros dos años de tratamiento,
aunque sigue sufriendo desequilibrio cuando no recibe información de los otros
sentidos, como en la oscuridad o mientras caminan por superficies irregulares.
Es importante tener
en cuenta que la medicación que reduce los síntomas de otras formas de vértigo
otológico, como los supresores vestibulares y la mayor parte de los
antieméticos, generalmente empeora los síntomas de la paresia vestibular
bilateral. Los supresores vestibulares deben eliminarse del control de esta
afección. También es prudente evitar la medicación que presenta actividad
supresora vestibular potencial, como los bloqueadores de los canales de calcio
y la que tiene efectos secundarios anticolinérgicos centrales (por ejemplo,
muchos antidepresivos tricíclicos). Por otro lado, se debe advertir al paciente
que evite los fármacos ototóxicos, especialmente la gentamicina y los
diuréticos de asa (por ejemplo, furosemida , bumetanida y ácido
etacrínico). Si fuera necesario administrar un diurético de asa, la bumetanida
es el menos ototóxico (Oliveira, 1989). También aconsejamos a estos pacientes
evitar los ruidos fuertes, ya que son más vulnerables a la pérdida de audición
ocasionada por los ruidos que el resto de la población. En teoría, en las
personas que aún tienen alguna función vestibular, la medicación que promueve
la plasticidad central puede ser eficaz en el tratamiento de la paresia
vestibular bilateral y aquella que retrasa la compensación también puede
demorar o evitar la recuperación.
La paresia
vestibular bilateral frecuentemente responde al tratamiento físico. En la
actualidad, no existe tratamiento quirúrgico para reparar la pérdida vestibular
bilateral. Se están desarrollando prótesis y se espera disponer de la
tecnología regenerativa de las células ciliadas en algún momento (Staecker,
Praetorius y otros, 2011).
F. Tratamiento
farmacológico del vértigo central
El vértigo causado
por una disfunción en el sistema nervioso central, o “vértigo central”, es poco
frecuente. En una sala de emergencias o una clínica de otorrinolaringología, se
identifica una causa de vértigo central en menos de 5% de los casos. Incluso en
el ámbito de la neurología, el vértigo central solo representa cerca de 20% de
los diagnósticos en los pacientes que refieren vértigo (Drachman y Hart, 1972).
Esta patología se produce en gran parte por trastornos vasculares. Según la
experiencia del autor, el vértigo debido a migrañas junto con la enfermedad
cerebrovascular y el efecto toxico de los fármacos constituye la mayoría de los
casos de vértigo central. El resto se compone de un gran conjunto de trastornos
neurológicos como enfermedades neurodegenerativas, esclerosis múltiple, tumores
de la fosa posterior y malformación de Chiari.
Existe una marcada
diferencia en la duración de los síntomas entre el vértigo central asociado a
una lesión estructural permanente del sistema nervioso y el vértigo otológico.
En el vértigo central, los síntomas son mucho más prolongados. Mientras que los
pacientes con desequilibrio vestibular periférico suelen recuperarse en días o
meses, los pacientes con vértigo central pueden continuar sufriendo ataxia,
náuseas e ilusión de movimiento durante años. Se supone que la persistencia de
los síntomas en los pacientes con vértigo central refleja un defecto en los
mecanismos centrales que generalmente compensa por las lesiones vestibulares.
Otra forma común de
vértigo central se da en los pacientes con lesiones centrales conocidas, en los
cuales el objetivo es reducir los síntomas de vértigo o ataxia. Las
benzodiacepinas como el lorazepam, clonazepam o diazepam son útiles (véanse las
dosis en la tabla III). Sin embargo, se debe estar atento a la dependencia
física o al acostumbramiento (Juergens, 1991). La administración de meclizina
en dos dosis diarias de 25 mg cada una puede ser útil. También pueden probarse
los bloqueadores de la dopamina, como la proclorperazina. El antiemético
ondansetrón puede ser eficaz si el vértigo central no responde a los fármacos
habituales (Rice y Ebers, 1995). Del mismo modo, algunos pacientes con ataxia y
signos oculomotores localizados en el cerebelo vestibular se benefician con la
acetazolamida (Baloh y Winder, 1991). Se sabe que las aminopiridinas reducen el
nistagmo vertical hacia abajo (downbeating nystagmus)
y la frecuencia de las crisis de ataxia en los pacientes con ataxia episódica
tipo 2, así como casos esporádicos de downbeating nystagmus
(Strupp, Kalla y otros, 2011). Dado que los efectos secundarios a esta
medicación son enfreceuntes, vale la pena intentar, aunque en nuestra
experiencia clínica, muy pocos pacientes eligen seguir con este tratamiento en
forma prolongada.
La carbamazepina, o
preferiblemente la oxcarbazepina , en dosis apropiadas para tratar la neuralgia
o la epilepsia pueden utilizarse en pacientes con mareos y un
electroencefalograma anormal que sugiere irritabilidad cortical o síntomas
episódicos breves denominados “giros súbitos” (quick spins). El
gabapentin, que es un antagonista del glutamato, puede utilizarse en estos
casos (Averbuch-Heller, Tusa y otros, 1997), como así también el baclofeno. En
esta situación, también llamada “paroxismia vestibular”, se puede tratar de una
epilepsia vestibular, de una compresión microvascular del octavo nervio, de una
irritación del nervio vestibular causada por un virus neurotrópico, de lesión
vestibular post-quirúrgica o de lesiones intrínsecas del tronco cerebral
(Lawden, Bronstein y otros, 1995). El gabapentin también es eficaz como
supresor del nistagmo. Asimismo, suele resultar útil el tratamiento físico que
destaca el uso correcto del calzado y de los accesorios como bastones y
andadores.
G. Tratamiento farmacológico del vértigo psicogénico
Los problemas
psicológicos se relacionan con el vértigo de una manera compleja. Ambos pueden
ser la causa y la consecuencia del mareo. En particular, la ansiedad es muy
común en los pacientes con mareos. Best y colegas encontraron tasas de
trastornos psiquiátricos que varían entre 31.6% y 50% en personas con vértigo
vestibular orgánico (Best, Eckhardt-Henn y otros, 2009). Esto se compara con
una tasa de incidencia de 20% en la población general (Eckhardt-Henn, Best y
otros, 2008).
El tratamiento se
basa en el diagnóstico psiquiátrico. La ansiedad y el pánico son los
diagnósticos más comunes, y las benzodiacepinas constituyen el pilar del
tratamiento. Los fármacos de la familia de los ISRS también pueden utilizarse,
pero son menos útiles. Aunque los ISRS tienen una ventaja sobre las
benzodiacepinas ya que no producen acostumbramiento, los ISRS no son tan
confiables para tratar la ansiedad como las benzodiacepinas y, además, pueden
causar náuseas y ataxia (Trindade, Menon y otros, 1998; Spigset, 1999). La
medicación que se superpone entre el tratamiento de la migraña vestibular y el
de la ansiedad, como la venlafaxina, el topiramato y el valproato de sodio, son
buenas opciones cuando la causa es la migraña.
La depresión es una
causa muy poco frecuente de vértigo. Cuando es muy importante, debe utilizarse
un medicamento de la familia de los ISRS, como la sertralina. Estos fármacos
ocasionan menos náuseas pero incrementan la ansiedad y, por esta razón, deben utilizarse
con cuidado. Todos los antidepresivos aumentan la ataxia. No hay tratamientos
farmacológicos disponibles para la somatización o la simulación. En estos
casos, es casi imposible solucionar los síntomas con medicación y el objetivo
del profesional es reducir la utilización innecesaria de los recursos médicos.
H. Tratamiento del
vértigo de causa indeterminada o mal definida
Sin importar si se
ejerce en una sala de emergencias, una clínica de otorrinolaringología, una
clínica neurológica o una clínica general, las variantes de los diagnósticos
indeterminados, como “diagnóstico desconocido”, “síndrome de hipotensión/
taquicardia ortostática”, “síndrome de hiperventilación”, “vértigo
post-traumático” y mareo “inespecífico”, son las “causas” más comunes de mareos
registradas. Entre 38% y 52% de los diagnósticos están incluidos en esta
categoría según muchas clasificaciones (Drachman y Hart, 1972; Afzelius,
Henriksson y otros, 1980; Herr, Zun y otros, 1989; Sloane, 1989). Algunos
“diagnósticos” que se definieron de manera imprecisa en los últimos tiempos son
el mareo subjetivo crónico (CSD, por su sigla en inglés) y el vértigo postural
fóbico (PPV, por su sigla en inglés) (Brandt, 1996). La característica común de
estas descripciones es la falta de detección objetiva de alteraciones en el
examen neurológico y otológico.
El tratamiento para
el vértigo de origen indeterminado es necesariamente empírico. En el
consultorio del autor, se les pide a los pacientes que registren sus síntomas
en un calendario. Después, a los pacientes que ya están tomando medicación, se
les quitan los fármacos que podrían afectar el sistema vestibular y se
registran los síntomas durante dos semanas o más. Esta estrategia permite
identificar las personas que sufren ataxia causada por la medicación. Se debe
ser muy cuidadoso en esta situación para no eliminar un medicamento fundamental
para el bienestar del paciente. Por ejemplo, cuando se retira un
antihipertensivo, como un bloqueador de los canales de calcio que tiene
propiedades vasodilatadoras, se puede provocar una angina.
Se utilizan varios
fármacos en este caso. La administración diaria de dimenhidrinato puede
reemplazarse por una dosis baja de clonazepam o lorazepam. En general, es muy
difícil desartar la enfermedad de Ménière incipiente; en esta situación se
sugiere restringir el consumo de sal y se usa un diurético, como la asociación
triamtereno-hidroclorotiazida. Una prueba profiláctica para migraña con
verapamilo de liberación sostenida o flunarizina, suele ser eficaz en los pacientes
con mareos y dolores de cabeza o con diagnóstico de “enfermedad de Ménière
vestibular”. Para los “giros súbitos” mencionados en la sección de vértigo
central, se puede administrar carbamazepina u oxcarbazepina. El gabapentin
también representa un buen tratamiento empírico del vértigo central.
Los pacientes que
no responden a los tratamientos anteriores son evaluados cada 3 o 6 meses y se
les realizan controles audiométricos cada año. Este punto es importante ya que
las personas que sufren un pequeño neuroma acústico o una enfermedad de Ménière
incipiente presentarán un diagnóstico claro. Es generalmente útil ver de
inmediato al paciente cuando se presenta un brote de síntomas, ya que de esta
manera es posible diagnosticar afecciones intermitentes que pueden tener
exámenes normales intercurrentes, como el VPPB y la enfermedad de Ménière.
Conclusion:
El vértigo está
causado por diversas categorías de enfermedades. Las formas más comunes de
vértigo otológico son el vértigo posicional paroxístico benigno, la enfermedad
de Ménière, la neuritis vestibular y la ototoxicidad. El tratamiento para estos
trastornos puede ser muy eficaz, pero depende principalmente del logro de un
diagnóstico correcto. El pronóstico del vértigo central es menos satisfactorio que
el del vértigo otológico y el enfoque del tratamiento es, en gran parte,
empírico. El vértigo psicogénico es difícil de diagnosticar y el enfoque para
tratarlo también depende del diagnóstico. En muchos de estos casos se
necesitará un referente psiquiátrico. El tratamiento de los pacientes con
mareos de causa desconocida también es empírico. Para cumplir con las
expectativas del paciente, es necesario adoptar un criterio organizado y
metódico.
MAS INFORMACION SOBRE EL TEMA EN EL SIGUIENTE LINK:
http://vestibular.org/sites/default/files/page_files/Documents/Pharmacologic%20treatments.pdf
Referencias:
Afzelius
LE, Henriksson NG, Wahlgren L. Vertigo and dizziness of functional origin.
Laryngoscope 1980;90:649-656.
Aoki
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11 comentarios:
Muy completo me ha servido mucho tengo paralisis vestibular y dehiscencia del canl semicircular superior.llevo tres meses con vertigo...y no he avanzado mucho...
Es el mejor trabajo de vértigo que he leído. Soy médico de familia y veo muchísimos casos en mi trabajo diario. Gracias.
Tuve la posibilidad de estudiar en la facultad este tema y me intereso mucho por eso me gustaría seguir aprendiendo sobre ello. En mi memoria sd tengo datos de importantes médicos hablando del tema
Maravilloso.
gracias, maravolloso y unico
Esta tesis me ha servido mucho pues padezco esta enfermedad
Esta tesis me ha servido mucho pues padezco esta enfermedad
Mis síntomas son
1.- siento una presión muy fuerte en la frente
2.- un malestar en toda la cabeza
3.-los ojos me duelen
3,.se inicia el mareo a una velocidad increíble
4.- se me desata el miedo excesivo por lo que siento
5.-se inic la sudoración excesiva mojo tlo que traiga puesto
6.-algunas veces puedo entre abrir los ojos otras no
7.- si cierro los ojos siento que me voy hacia agtras y que voy a caer en un pozo sin fondo y obscuro
8.- el pánico se desata
Para esto ya ha transcurrido 1 hora aprox. O mas
9.- me dan ganas de ir al baño a hacer del uno y del dos
9.-se inicia el vomito intenso hasta que no me queda nada en el estomago
10.- me entra la somnolencia
11.- me voy a dormir como puedo pues el mareo aun esta pero empieza a disminuir
12. duermo de 1 a 2 horas
13.- me despierto muy asustado, y con mucho malestar en la cabeza no s esi es malestra o dolencia de la mitad del cráneo hacia la frente
14.-en el seguro social aquí enmexico le llamamos IMSS me dieron el valproato y la sertralina pero no me funciono
15.- el otorrino , me dio ginko biloba , pentoxifilina y clortaridona y se me controlo por un tiempo pero ya volvió otra vez
16- ahora con mas intensidad cada vez me siento menos fuerte para soportar las crisis
17.- tengo miedo que en algún momento ya no las controle y me hunda en ese pozo sin fondo porque siento que no voy a poder salir de el
18.- empece con la medicina homeopática al principio me resulto pero ahora ya no
19.- ahora me estoy controlando con la bonadoxina pero si la dejo de tomar se me desata la crisis
20.- no puedo escribir mucho. Ni leer mucho , ni ver la tele, no salgo a la calle y si lo hago es con mi esposa, el ruido no lo tolero.me estoy quedando sordo me diagnosticaron laberintopatia bilateral irreversible de origen desconocido, en IMSS LE llaman laberintopatia mixta vascular degenerativa
21.- no puedo caminar en línea recta , me voy hacia el lado derecho.
22.-a diario me tomo lo que esta en el punto 15, mas lo del punto 19
23.- escribo esto para ver si alguien del blog lo lee y me ayuda , necesito ayuda
24.- tengo diabetes tipo 2 tomo metformina
25.- ya baje 25 kilos llegue a los 105 kg. Ahora estoy en los 80 kg,
26.- tiendo a subir con mucha facilidad de peso
27.- ya no puedo usar la caminadora pues no me mareo
28.- los ejercicios para el vértigo no los aguanto me desatan la crisis del mareo
29.- ojala y alguien me pueda ayudar .por favor ayúdenme quiero vivir normal y no puedo-
30.- gracia spor su atención y por este blog y por la Tesis que publicaron.
Mi nombre es
Jose luis campomanes
e-mail: henm_707hotmail.com
Dr.Dario Yakovino, gracias por toda ésta información tan completa y valiosa.
Tengo un tío a quien amo como a un hermano, él padece los síntomas de Vértigo y Mareo. Me doy cuenta de que vive un infierno cada día. No le han diagnosticado la causa exacta ni el tratamiento correcto. Ha tomado Cinarizina y Bonadoxina, sin resultados óptimos.
Pero ahora que encontré su página, se amplía un horizonte de posibilidades para ayudarlo a salir adelante.
Por favor sigan agregando las actualizaciones.
Estaremos pendientes de su Blog. Dios les bendiga!
Excelente trabajo, pero yo tambien sufro migraña vestibular y vengo padeciendo esto hace 8 años!!! es tremenda los altibajos que demanda la vida asi... la droga que he tomado es flunarizina y topiramato _(actualmente, sigo tomando) la verdad que ya los medicos no saben mas que hacer... no saben mas que seguir ni que maniobras de rehabilitación vestibular hacer... solo puedo confiar en cristo que me fortalece.
espero que esto pueda avanzar y tener una cura total. desde ya muchas gracias! Andres!
Hola buenos dias, en estos momento sufro de vértigo periférico fui al neurólogo y me receto amantadina, valido este tratamiento?
Gracias por la ayuda ya que he empezado a tener estos síntomas y quiero evitarlo lo antes posible, muy útil
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